Cuando pude recuperarme y moverme por entero, llamé por teléfono a una amiga, y le conté todo. Ella me dijo que tenía que hacerme chequeos e ir a un psicólogo. Me reí de lo último, porque como dije, me pasan esas cosas desde niño y nunca pensé que podían ser un problema.
Hay un hermoso fragmento de Hermann Hesse, que dice:
"No hay más realidad que la que tenemos dentro. Por eso la mayoría de los seres humanos viven tan irrealmente; porque creen que las imágenes exteriores son la realidad y no permiten a su propio mundo interior manifestarse. Se puede ser muy feliz así, pero cuando se conoce lo otro, ya no se puede elegir el camino de la mayoría. (...)"
En dichos artículos, se narraba cómo unas personas que vivían en el sudeste de Asia murieron mientras tenían unas pesadillas. Una de las víctimas era el hijo de un ingeniero, que se rehusaba a dormir debido a las pesadillas que tenía. Su familia estaba preocupada, ya que había estado varios días sin dormir, hasta que una noche se quedó dormido y lo acostaron en su habitación. Sin embargo, en medio de la noche lo oyeron gritar y al entrar en su habitación lo encontraron muerto. Según Craven:
"Se realizó una autopsia, y descubrieron que no sufrió un ataque al corazón; había muerto simplemente por razones inexplicables. Encontraron en su armario una máquina para hacer café, llena de café caliente que había utilizado para mantenerse despierto, y encontraron además todas las pastillas para dormir que pensaron se había tomado; él las había escupido y las escondió. Me pareció una historia tan increíblemente dramática que estuve intrigado por ella durante un año, por lo menos, hasta que finalmente decidí escribir algo sobre este tipo de situación".