Cuando
íbamos a las peñas folclóricas Matías me hacía pasar vergüenza cuando le decía
a alguna de sus amigas que me invitaran a bailar. Porque, al principio, yo era
incapaz siquiera de acoplarme al ritmo, no coordinaba ni un paso, pero decía
que sí, con tal de participar.
Con el
tiempo fui aprendiendo un par de figuras, e improvisaba un zapateo, sin las
cuales no podía —ni por aproximación— tomar la iniciativa de invitar a bailar,
y como en esos lugares había muchas probabilidades de conocer chicas que sabían
incluso menos que yo, a ellas invitaba.
Una
vez vimos dos chicas que cenaban sobre la barra del lugar. Ambas llevaban
pollera; una tenía un pañuelo en la cabeza; la otra, se destacaba por su altura
y su largo pelo rizado. Nos
acercamos, les hablamos, y para mi engaño, fueron muy receptivas; tanto, que
pensé que eran dos pibas de la ciudad ajenas al ambiente del folclore. Pero me
equivoqué: tenían una gran pasión por la danza; habían viajado
para estudiar; conocían muy bien “las provincias del norte”, y, eran profesoras de danzas folclóricas.
Matías invitó a bailar a la chica del pañuelo y yo quedé hablando con la compañera. En ese ínterin, ella comentó que Matías tenía una técnica envidiable para el bailecito norteño, y destacó el golpeteo que hacía con los pies y el manejo del pañuelo. Yo asentí pensando que lo decía por la estética, mientras sonó un taquirari, y la invité a bailar.
Luego encontramos una mesa desocupada, y los cuatro nos ubicamos allí. Pedimos vino,
charlamos, y durante la noche todos seguimos bailando y compartiendo la mesa.
Al despedirnos la más alta nos dio unos folletos, y así nos enteramos donde y
cuando daban sus clases. De esa forma surgió una oportunidad para aprender a
bailar —principalmente para mí—, y empezamos a ir.
Daniela
era la profesora de las figuras. Nos enseñaba lo más básico de cada danza, sin
lo cual no podíamos avanzar. Con ella dábamos los primeros pasos. Ariana era la
profesora de la perfección de las técnicas; nos corregía en la marcha, y nos
explicaba el significado de cada cosa que hacíamos.
Una
vez nos contó el significado del pañuelo en la zamba, a partir de una
interpretación del compositor Cuchi Leguizamón, quien dice que este facilita la
comunicación, ayuda a vencer la timidez, y sirve para saber del rechazo o
aceptación de una propuesta. Esa vez me di cuenta que en la danza había más que estética.
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