jueves, 11 de abril de 2013

LOS BAILARINES.



Cuando íbamos a las peñas folclóricas Matías me hacía pasar vergüenza cuando le decía a alguna de sus amigas que me invitaran a bailar. Porque, al principio, yo era incapaz siquiera de acoplarme al ritmo, no coordinaba ni un paso, pero decía que sí, con tal de participar.

Con el tiempo fui aprendiendo un par de figuras, e improvisaba un zapateo, sin las cuales no podía —ni por aproximación— tomar la iniciativa de invitar a bailar, y como en esos lugares había muchas probabilidades de conocer chicas que sabían incluso menos que yo, a ellas invitaba.

Una vez vimos dos chicas que cenaban sobre la barra del lugar. Ambas llevaban pollera; una tenía un pañuelo en la cabeza; la otra, se destacaba por su altura y su largo pelo rizado. Nos acercamos, les hablamos, y para mi engaño, fueron muy receptivas; tanto, que pensé que eran dos pibas de la ciudad ajenas al ambiente del folclore. Pero me equivoqué: tenían una gran pasión por la danza; habían viajado para estudiar; conocían muy bien “las provincias del norte”, y, eran profesoras de danzas folclóricas.

Matías invitó a bailar a la chica del pañuelo y yo quedé hablando con la compañera. En ese ínterin, ella comentó que Matías tenía una técnica envidiable para el bailecito norteño, y destacó el golpeteo que hacía con los pies y el manejo del pañuelo. Yo asentí pensando que lo decía por la estética, mientras sonó un taquirari, y la invité a bailar.

Luego encontramos una mesa desocupada, y los cuatro nos ubicamos allí. Pedimos vino, charlamos, y durante la noche todos seguimos bailando y compartiendo la mesa. Al despedirnos la más alta nos dio unos folletos, y así nos enteramos donde y cuando daban sus clases. De esa forma surgió una oportunidad para aprender a bailar —principalmente para mí—, y empezamos a ir. 

Daniela era la profesora de las figuras. Nos enseñaba lo más básico de cada danza, sin lo cual no podíamos avanzar. Con ella dábamos los primeros pasos. Ariana era la profesora de la perfección de las técnicas; nos corregía en la marcha, y nos explicaba el significado de cada cosa que hacíamos. 

Una vez nos contó el significado del pañuelo en la zamba, a partir de una interpretación del compositor Cuchi Leguizamón, quien dice que este facilita la comunicación, ayuda a vencer la timidez, y sirve para saber del rechazo o aceptación de una propuesta. Esa vez me di cuenta que en la danza había más que estética.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario