jueves, 28 de febrero de 2013

LOS CONTRASTES DEL DÍA.


Tuve un profesor en derecho procesal penal que además era Fiscal. Desde el primer día de clases nos hizo morir de risa con las boludeces que hablaba; sí, decía boludeces, pero también aprendíamos entre broma y broma.
Un día nos comentó que su forma de ser era como un mecanismo de defensa ante tanta violencia y decepción en su trabajo.  
Me acordé de esto en tribunales, cuando miraba un expediente. Noté que del informe pericial surgía algo horrible. Y todo lo que me había contado mi clienta se plasmaba ahí; el relato ya era asqueroso, y ver las fotos, el informe forense, los testigos entrevistados, todo, me demostraban una abominable realidad. Volví a mi estudio, y mi clienta me estaba esperando. Tuve que contarle todo, en caliente, sin más tiempo para pensar. Me pidió que la representara, diciéndome que quería encontrar al responsable. Y accedí.



Mi clienta se fue. Y enseguida nomás recibí un mensaje de texto. Me bastó apenas saber de quién era, para cambiar de cara, de ritmo, de voz, incluso de aire. Y fui a servirme café, como quien se prepara para seguir, mientras contestaba los mensajes que me mandaban.

Ese día me pregunté qué nos hace felices, alegres, qué nos cambia el humor. A veces nos acostamos atormentados, con una idea fija; pero a la mañana siguiente todo parece haber cambiado.

 “¿Cómo nos daremos cuenta de que hemos recaído
si por la mañana estamos tan bien
tan café con leche
y no podemos medir hasta donde hemos recaído en el sueño
o en la ducha
y si sospechamos lo recadente de nuestro estado
¿cómo nos rehabilitaremos?”.
                                                                   (Me caigo y me levanto, Julio Cortázar).


“Lo que pasa es que vos sos serio, pero no te casas con tu trabajo”- Me dijo una colega.
“No hay que involucrarse en los problemas de los demás, esto es solamente un trabajo, una profesión”. – Me dijo otro. 


Conforme de esto, pensé que esas explicaciones eran suficientes, y me convencí de que podía dominar mi estado de ánimo con solo cambiar de actividad; tenía demostraciones de ello, pues, escuchar música, andar en bicicleta, tocar la guitarra, leer un buen libro, me hacían sentir bien, me ponían de buen humor; para completar aún más mi entendimiento coincidió que unos días después, leí por ahí, que todo es química; que cuando estamos felices es porque hay hormonas que están segregando sustancias químicas, como las endorfinas, que no hacen sentir bien, nos relajan e incluso refuerzan el sistema inmunitario, y todo esto estaba relacionado con lo anterior, entonces recomendaban hacer ejercicio, tener mucho sexo, recordar sucesos agradables, reírse mucho, etc.; como dije, relacionado con la actividad…

Pero, volviendo al mensaje de texto, ¿por qué me hacía sentir tan bien el solo hecho de recibir un mensaje, de verla los fines de semana? Casi no realizábamos ninguna actividad más que hablarse y hablarse por horas.

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