domingo, 20 de julio de 2014

LOS ESPEJOS SIN LUZ









El día que instalaron los espejos en los baños de la oficina me di cuenta que iba poder salir de mi casa sin hacerme el nudo de la corbata. Desde entonces, llevé la corbata en el maletín.

No recuerdo en qué momento fue, pero un día llegué, y mientras estaba armando el nudo, me miré en el espejo, y me vi feo. Esa vez me observé por un largo rato. Intenté ver si el espejo estaba sucio o roto, sin llegar a una conclusión.

Al principio no le di importancia, porque durante el día podía mirarme en decenas de otros espejos. Hasta que un día una compañera me preguntó a qué se debía mi cara triste, y no le supe contestar. Yo no me sentía así. Negué sus acusaciones, pero fue inquietante. Esa vez entré a los baños de la oficina, ensayé algunas sonrisas, pero salí decepcionado, y en esa semana, todo me aludió a espejos.

Comencé a investigar. Acudí a sitios de rápida sabiduría. Constaté que nunca fueron simples objetos, porque estaban llenos de historias (mitologías, supersticiones, etc.). Por ejemplo, supe que a la imagen que reflejan se la ha identificado con el alma (de ahí que se diga que los vampiros, cuerpos sin alma, no se reflejan); también que se solían cubrir los espejos de una casa en los momentos previos al desenlace fatal de un moribundo (se decía que el alma del agonizante podía quedar encerrada en ellos); incluso, que fueron objetos tan extraños y valiosos que estuvieron entre los primeros intercambios que hicieron españoles e indios.

Después de esa semana tuve rechazo a los espejos, a todos; ni siquiera quería usarlos para peinarme. Consulté con amigos, pero a nadie le interesaba este tema. Hasta que un día, harto de mendigar opiniones, el portero del edificio me devolvió la ilusión. 

—Oiga —me dijo— si el espejo no está roto, ni sucio, solo quedan dos posibilidades: que usted sea como esos espejos lo muestran, o que, a esos espejos le falte luz. Porque los espejos sin luz no pueden reflejarnos —concluyó.

—Entonces soy feo nomás— le dije, haciéndome el gracioso. Pero él me miró decepcionado, y agregó:

—¿Sabe de qué luz estamos hablando? No es solo la luz física que sale de las lámparas, pero tampoco nada metafísico que se quiera imaginar. Me refiero a la luz como idea. ¿vio cuando dicen: “tal investigación hecho luz sobre tal tema”? No es porque alguien literalmente haya prendido una lámpara. Sino porque alguien ha sabido relacionar distintas evidencias para explicar otras. Unir, limitar, o enfrentar también. Le llaman luz, pero luz como idea. Por eso le digo: los espejos sin luz no pueden reflejarnos.

 

 

 

 

 

 

1 comentario:

  1. Gracias Alfred, me quedo pensando, esperando que cambie la imagen de mi.. o rompo el espejo de la entrada d casa. Me parece que el problemático siempre es uno; digo, un espejo en particular.

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