lunes, 18 de febrero de 2013

HOJAS ARDIENDO.



Todavía veo aquellas hojas arder. Las dejé consumir porque pensé que ese era el único modo de acabar con el miedo; creo que para ese momento fue la mejor opción, aunque ahora que estoy lejos de ahí, y el tiempo que pasó me dio otra forma de pensar, esa actitud me lleva considerar que era solo producto de mi niñez; de mi imaginativa forma de interpretar las cosas, nada más.
Me acordé de esto, porque al caminar en la noche, me di cuenta que aquí todo es muy distinto; las personas tienen otros miedos, quizás  en las esquinas, de pasar por lugares peligrosos, por la inseguridad; pero no lo que se puede sentir en una noche solitaria del campo. Donde basta un pequeño silbido del viento, un maullar de un perro, para relacionarlo con algún cuentillo popular.
Si correr hubiese sido solo un acto para mover el cuerpo, nunca habría llegado a conocerlo. Pero, ¿cómo escaparse del miedo, si en realidad está dentro de nosotros? 



No hay comentarios:

Publicar un comentario