El sol apretaba aún
sobre Cabra Corral, y la ruta estaba cargada porque volvían todos de pescar,
pasear, trabajar, más que nada descansar…
Pedalendo,
pedaleando, llegue hasta Moldes donde me encontré con un amigo, que me dijo que
parecía un turista. Charlamos, y esperé a que bajara un poco el sol. Y entonces
seguí.
También me ladraron
y siguieron los perros. Me agarro la noche. Me dejaron sordo los coyuyos. Y me
cansé. Pero lo más importante es que descubrí porqué ese camino, ese paraje, se
llama así.
Chivilme, era un
grupo originario que habitó esta zona de Salta, que luego se transformó en un
reducto militar de los Incas cuando expandieron el Tahuantisuyo. Hoy está lleno
de fincas, y casitas de peones rurales.
Cuando llegué a
Chicoana eran como las ocho. El pueblo tranquilo y muy religioso salía de la
Iglesia. ¿Quién pensaría que un pibe que parecía un turista estaba
redescubriendo su provincia, o simplemente viéndola con otros ojos?