El sol apretaba aún
sobre Cabra Corral, y la ruta estaba cargada porque volvían todos de pescar,
pasear, trabajar, más que nada descansar…
Pedalendo,
pedaleando, llegue hasta Moldes donde me encontré con un amigo, que me dijo que
parecía un turista. Charlamos, y esperé a que bajara un poco el sol. Y entonces
seguí.
También me ladraron
y siguieron los perros. Me agarro la noche. Me dejaron sordo los coyuyos. Y me
cansé. Pero lo más importante es que descubrí porqué ese camino, ese paraje, se
llama así.

Cuando llegué a
Chicoana eran como las ocho. El pueblo tranquilo y muy religioso salía de la
Iglesia. ¿Quién pensaría que un pibe que parecía un turista estaba
redescubriendo su provincia, o simplemente viéndola con otros ojos?
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