Juan llega al bar temprano y se sienta en una mesa
al lado del ventanal que tiene vista a la calle.
Me parece que vine varias veces a reuniones
laborales aquí, incluso a una cita, piensa.
¿Cómo se llamaba?, piensa.
Victoria, creo. Y también a una reunión política,
piensa.
Un bar del centro habría sido mejor, piensa.
Pero bueno, se nota la visión de alguien que vive cerca
de un corredor turístico; si yo viviera por aquí también aprovecharía de estos bares
y restaurantes, porque objetivamente son más tranquilos, limpios, y ordenados; la
belleza debe tener algo que ver con el orden, con las proporciones, piensa; qué
buena vida sería si viviera por aquí, piensa.
Esta zona también debe estar llena de gimnasios
caros, piensa; porque ve la gente que corre por los canteros de la avenida y
recuerda que unas cuadras antes había visto un gimnasio todo vidriado, donde la
gente corría sobre cintas, y piensa si la gente del gimnasio no cruzará miradas
con la gente que corre por los canteros, y si no sentirán vergüenza, o si serán
indiferentes ante la mirada de los demás, porque te ven corriendo en vidrieras,
expuestos, piensa.
En ese instante ve que Sofia sube por las
escaleras, y no puede creer que llegó a las ocho de la mañana, como habían
quedado, y le dice al mozo que se acerca a tomarle el pedido, que espere,
porque todavía no va ordenar, que va esperar que su amiga vea la carta; y el
mozo no alcanza a responderle, pero ve que Sofia entra, y que saluda a Juan, y
se da cuenta que es la chica que espera, y mientras ella se sienta les dice que
vean la carta tranquilos, que lo llamen cuando estén listos para ordenar.
—¿Pediste algo? —le pregunta Sofía, y toma la
carta del bar, como si la desconociera.
—No… Te estaba esperando. Ni siquiera vi la carta —dice
Juan.
—Gracias… —dice Sofia, como si le agradara el
gesto.
”¿Vos desayunás fuerte a la mañana?
”Yo desayuno como una glotona, así que no te
asustes —dice, para prevenir comentarios sobre ese tema.
—Normal.
”En mi casa casi siempre desayuno lo mismo, y casi
siempre desayuno en mi casa, porque soy de los que no funcionan sin café.
”No puedo salir de mi casa sin café.
”Primero café, después existo.
—¿Ah sí? ¿Y qué café tomás? ¿De cápsulas?
—¡Nooo…! —le dice Juan, como si Sofia hubiese
dicho un sacrilegio, pero rápidamente cambia los gestos.
”Tengo cafetera italiana y prensa francesa —dice
Juan, y aunque sabe que va quedar como un presumido, continúa—, y a veces muelo
café, y a veces uso el molido de bolsa, pero puro, de diferentes marcas, para
no cansarme.
—Yo no sé nada de café —le dice Sofía, como si
hubiese quedado azorada.
”En Córdoba tomaba mucho café, pero de esos que
vienen en frasco.
—¿Los instantáneos? —dice Juan.
—Sí… Pero desde que me mudé aquí, si desayuno en mi
casa, lo prepara mi mamá. Con cafetera eléctrica lo hace.
”En el negocio, si no me queda otra, me preparo café
instantáneo, pero si no, vengo a esta cafetería, y a veces pido desayunos de un
bar que está cerca del negocio.
”No soy hábil para preparar desayunos —le dice,
como si lo estuviera previniendo de algo—, ni para nada que se haga en la
cocina.
”Me despierto y tengo que hacer algo, cualquier
cosa, pero no desayunar.
”Antes, cuando estudiaba, tomaba mates, hasta que
mi compañera se levantaba y hacia algo.
”Ahora, cuando voy al gimnasio, voy sin desayunar.
—Bueno, yo también. Por eso dejé de ir —le dice
Juan, y ambos se ríen, porque saben que no es cierto.
—¿Te parece bien esta promoción? —le pregunta
Sofía, señalando en el menú una oferta para compartir, que incluye la opción de
café con leche, mate, o té; con pan de campo, mermelada de arándanos o durazno,
queso untable, y jugo exprimido de naranja.
Juan analiza la opción, y aunque sabe que va
aceptar, porque no va a contradecir a Sofia por un tema así, igualmente simula
analizar; imagina que podría disentir, que podría elegir otra cosa.
¿A esto le llama desayunar fuerte?, piensa. Porque
es lo mismo que yo desayuno todos los días; aunque claro, no todos los días
tengo mermelada de arándanos, ni pan casero, piensa.
—Está perfecto.
”Me gusta la mermelada de arándanos —le contesta.
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